Dos amigas inglesas, de Birmingham y Newcastle respectivamente, les apetecía quedar para tomar algo y recordar sus viejos tiempos universitarios. Viven a 72 kilómetros, aunque algunos diarios ponen 300, según Google son 72 a mí no me liéis, así que no parecía descabellado el hecho de coger un tren y tomar unas cañas en alguna de las dos ciudades.
El problema vino cuando miraron los precios y el fantástico sistema británico de ferrocarril les pedía más de 100 libras, un riñón, la sangre de un avestruz beodo y un cuerno de rinoceronte. Después de darle muchas vueltas y sopesar la peregrinación, se toparon con una oferta suculenta en una famosa compañía de vuelos baratos.
¡Resulta que si se compraban un vuelo a Málaga las dos les salía muchísimo más barato que coger el tren! ¡Y con el sobrante podrían pedirse unas bravas, unos calamarcitos y unas cervecitas al calorcito de la Costa del Sol! Se miraron a través de sus webcams y se dijeron: “qué cojones” o más bien “what oneleg-ones” en inglés y tomaron rumbo a Andalucía sin más problema de sortear las ofertas múltiples de alquiler de coches, selección de asientos VIP y demás mierdas; amén de rechazar amablemente multitud de propuestas de lotería y bebidas alcohólicas libres de impuestos.
La noticia original nos pormenoriza en detalle cuales fueron los costes y se ahorraron en total después de la vueltecita unas 30 libras, lo que si les quedo claro es que era mas barato volar a Malaga que coger un tren en Inglaterra.
Ciertamente la noticia se desliza entre la crítica al sistema ferroviario inglés, privatizado, destrozado y carísimo; y la promoción, un poco burda, de compañías de vuelos baratos. Porque igual había una opción de bus, coche o bicicleta, quién sabe.
Eso sí, el hecho de tapear en España tiene una atracción ineludible para un buen británico y cualquier excusa es buena para ponerse “morao“.
(La noticia es tan cierta como la vida misma)
Goyo Gonzalez. Enero 2.017